¿Cuál es la indignación de la que habla el título de este libro, el último que escribió Paulo Freire? Tratándose de una obra suya, esa indignación está muy lejos de la rabia que se agota en sí misma. Es, más bien, una indignación política que apuesta a la construcción colectiva y a la esperanza.
¿Cómo enfrentar el reto de educar a los jóvenes para que no se conviertan en pequeños tiranos ni en seres inhibidos? Los padres y los profesores tienen que explorar una delicada tensión: dar dar libertad y autonomía y a la vez marcar límites, que equivalen a cuidar el entorno común y a respetar las diferencias. Se enseñan contenidos, pero también modos de habitar el mundo, de interpretarlo y de articular proyectos de cambio que se traducen en acción política: el objetivo no es “entrenar” a los jóvenes sino “formarlos” para una vida cada vez más compleja. Con extrema lucidez, Freire habla asimismo de la violencia entre los adolescentes, que debe ser abordada con seriedad, sin estigmatizar a nadie, y de las revoluciones tecnológicas, que dificultan la transmisión generacional de valores y experiencias.
El quehacer del maestro comprometido no es la única preocupación de Freire, que analiza a demás las luchas sociales pacíficas que buscan la transformación sin caer en el voluntarismo, la conciencia ecológica, la alfabetización en la era de la televisión, y la educación de los adultos. El tono y el discurrir de los textos son testimonio de la búsqueda más persistente del autor: un diálogo de igual a igual con los lectores, cifra del verdadero aprendizaje.