Altamirano tenía como intención original hablar de lo que había sucedido entre 1876-1882, sin embargo, hay que agradecer que se haya extendido hasta el origen del México Independiente, pues nos ofrece afirmaciones que hacen más claros los entretelones de la historia patria. Si el tixtleco dice sentirse avergonzado por mencionar los crímenes nacionales, también se muestra esperanzado en el futuro que la educación puede deparar al grueso de la población mexicana. Sí acá critica al ejército y sus jefes, como buenos para la guerra civil y pésimos para la defensa nacional, también les reconoce su lealtad, obediencia y abnegación por la libertad y por la causa nacional. Si acá señala los elementos que disputan el poder de la República, no omite mencionar la posibilidad de Unión. Si allá recalca la necesidad de educación, acá no omite mencionar que los diputados con antecedentes universitarios fueron los que combatieron las libertades. Sin embargo, debe reconocerse que la parte más fina del texto son las descripciones del carácter y personalidad de nuestros patriotas, especialmente la de Juárez, al que lo muestra en su relación con el poder y a quién le hace un juicio personal, deslindándose del que la Historia le haría después.