La nueva tragifarsa de Juan Tovar nos transporta al Teatro Nacional de Espinazo, Nuevo León, a principios del definitorio año de 1928, para que asistamos a la peculiar entrevista entre Plutarco Elías Calles y el Niño Fidencio. El hombre en la cúspide del poder terrenal acude a quien, tal vez, esté en contacto con otro tipo de poderes, en busca de un remedio a sus dolencias, tanto médicas como políticas. Y ya se sabe que cuando el poderoso —sea Rey de Tebas o Jefe Máximo de México— acude con el adivino, no podemos esperar sino que los papeles se inviertan: que los ciegos vean mejor, que los niños sean más maduros, que el místico se revele pragmático y el anticlerical esté dispuesto a creer en lo que sea con tal de seguir en el baile.áLo que atestiguamos, a final de cuentas, es el intento (malogrado, como tantas veces) de hacerle una cirugía al espinazo de la patria; o de menos una limpia, que buena falta nos sigue haciendo. La locura, la soledad o las trampas del poder son obsesiones del autor que reaparecen en esta lúdica y muy disfrutable obra, escrita con el mismo humor ácido y punzante de La madrugada, Los veneros y, por supuesto, Manga de Clavo, obras que, junto con Espinazo, trazan un gran fresco de la antihistoria nacional.
Flavio González Mello