“Suplicio” es una clara filiación expresionista que no hace más que refrendar el gusto del autor por los escritores alemanes. Lo deforme, lo grotesco, el doppelgänger, lo extraño (ese unheimlich que tan bien analizó Freud a partir de Hoffmann) encarnados en un personaje para el que toda esperanza está cancelada, alguien que se mueve no en los linderos de la marginación sino en los de la degradación humana, que no es lo mismo, tienen aquí un lugar privilegiado. Si consideramos la lógica de los posibles narrativos de Claud Bremond, en la que el francés plantea, entre otras cosas, que todo relato, para serlo, debe estar en relación con un proyecto humano que se articula en una serie temporal que obedece a una estructura, y que en virtud de que favorezcan u obstaculicen dicho proyecto, los acontecimientos pueden clasificarse en “mejoramiento a obtener” y “degradación previsible”, tenemos ya manera de determinar, en principio, a qué línea de acontecimientos pertenece Cardenio, protagonista de la novela.