En ese proceso aún sin término claro que es la reforma electoral mexicana, pero sobre todo en las escabrosas relaciones entre los medios de comunicación y el mundo político, las elecciones presidenciales de 2006 quedarán como experiencia insoslayable. Allí se manifestaron los excesos, pero también los límites políticos, de la propaganda. Allí se pudo advertir la complejidad de factores que definen el ánimo de los ciudadanos cuando deciden su voto. La propaganda mediática cuenta mucho. Pero junto con ella pesan circunstancias y contextos que ninguna técnica de marketing y ningún especialista en medios pueden manipular. El sufragio en las sociedades contemporáneas se debe a decisiones enteradas o, al menos, discernidas a partir de influencias e intereses diversos por parte de los ciudadanos.
El panorama definido por la concentración de muchos medios en pocas manos y la sacralización del spot han empobrecido a la política y fortalecido a las empresas mediáticas. Si los partidos y sus dirigentes entienden esas consecuencias, entonces quizá puedan diseñar un modelo auténticamente nuevo de comunicación política. Este libro les podría servir como ayuda de memoria para desmentir algunos mitos sobre el papel de los medios en la construcción de consensos, y si no a ellos, acaso les resulte útil a los ciudadanos que se esfuerzan por propiciar un sistema de comunicación social que no sea acaparado por las burocracias, pero tampoco por la mediocracia.