Stenopelmatus es el nombre científico de un insecto que en México ha calado hondo en el imaginario popular, el cual se le conoce como "cara de niño", un bicho del que las lenguas viperinas cuentan tantas cosas que, tras pasar por la criba de los "hechos ciencia", resultan ser un conjunto de preconcepciones, las cuales el encuentro, cara a cara, con los insectos de marras no corrobora. O tal vez no es así, como parece planearlo Ricardo Ortega: no sólo en la narración que otorga el título al volumen que el lector tiene en sus manos - como si del stenopelmatus se tratase -, sino a lo largo de los cuentos donde, a la manera de un escritor naturalista del siglo XIX, disecciona y clasifica la triada personajes-sucesos-escenarios, todo ello con el sano propósito, o tal vez no tanto, de dejar constancia del comportamiento de los seres humanos y su condición en su hábitat natural que, se supone, está constituido por el mundo entero. Aunque la mayoria de las veces esto último sólo resulta ser un mero eufemismo.
