Se trata de contar historias, de tejerlas, de construir palimpsestos para entrenar el ojo. La abuela, el fogón y los vecinos, la ruta de las ratas, otra vez la abuela. Así se fabrica una trama, una red, un rizoma. Toda la comunidad: la casa, la calle, la manzana, la colonia, la ciudad, es el bastidor para cruzar los hilos. Así, Esteban Ascencio se convierte en un narrador que yuxtapone sombras para mostrarnos un mapa que cambia y se modela en el interior de un observador preciso.