Natsume Soseki (Tokio, 1867-1916) es uno de los autores clave en la renovación de la literatura japonesa a comienzos del siglo XX —aquejada entonces de una falta de vitalidad preocupante—. Es un momento en que coincidiendo con la era Meiji se produce la modernización de Japón al dejar entrar el influjo de Occidente, tras 250 años de ensimismamiento y cierre absoluto a todo lo llegado de fuera. El proceso es difícil y conflictivo, en cuanto que era mucha la oposición a esta permeabilidad por temor a perder el sentido de la espiritualidad ancestral y el sentimiento de colectividad ante la fuerza del individualismo occidental, que traía aparejado la tecnología, la máquina, y que —denunciaban los tradicionalistas— supondría una frivolización de la existencia.
Esta pugna se halla insistentemente presente en la obra de Soseki ya desde sus inicios literarios, marcados por el éxito fulgurante que alcanza su primera novela —Soy un gato (1905), publicada por entregas en una revista—, y a la que seguirá poco después Kusamakura —Almohada de hierba—. Soseki no puede olvidar los años de formación pasados en Londres y su conocimiento de la literatura inglesa, que difundirá después en la Universidad de Tokio, en donde —casualidades— releva en la cátedra de inglés al conocido niponólogo Lafcadio Hearn, que tanto hizo por divulgar su cultura de adopción. Sin embargo, que no olvide no quiere decir que Soseki se entregue rendido al embrujo de Occidente. Al contrario. Deplora el papanatismo frecuente y la actitud del esnob, y defi ende con arrojo los valores de la espiritualidad y la ética que sustentaron tradicionalmente la vida y la sociedad de Japón. Eso sí, el individualismo será para él un aspecto fundamental en el desarrollo de la persona, y el lugar del que partir como creador.