Mediante un arte narrativo que se apodera de una serie de hechos al parecer insustanciales, y que roe, destruye y reelabora lo cotidiano, obligándolo a revelar sus significados latentes, Juan García Ponce nos da en estos relatos –dos de los cuales han sido llevados al cine– tres ejemplos deslumbrantes de su manera de sentir y pensar las palabras y, a través de las palabras, la misma realidad.
La disolución lenta e inconscientemente maligna del amor en un joven matrimonio; la desgarrada conciencia de la imposibilidad de la unión absoluta entre seres que se aman y creen haberse encontrado; el horror insidioso que destila la vida en común, cuando una mirada la observa exhaustiva y serenamente...
En estas tres narraciones, ensimismadas en su propia, densa y oscura materia, García Ponce suscita esa “aparición de lo invisible”, a través de los signos que son nuestros actos, nuestros gestos, nuestras miradas, sean deliberados o lanzados al azar. Personajes, situaciones y ambientes de nuestra época, dolorosa y tensamente vivos: éstos son los de “Amelia”, “Tajimara” y “La noche”, relatos que ya tienen un privilegiado lugar en la literatura mexicana.