Parpadea la tarde y contempla la encarnación de los relámpagos: Lluvia de luciérnagas, de Jesús Rojas.
Y un niño se unta la luz del instante, y atrae el canto de Ósip Mandelshtam que no tiene sangre de fiera.
Se tiembla ante la desnudez del cuerpo femenino: Carne del cielo, y la herida celeste palpitante, ensoñación vertical en el horizonte de nubes: viven en sus senos / todos los cantos / de mi vida. Flores de acanto con stoicheias: Sirenas.