Corren los años 20 en México. En lo alto del andamio, el pintor está concentrado en su mural. Desde abajo, una muchachita, casi una niña, lo interpela sin temor. Ella dice haber nacido con la Revolución Mexicana; él sueña con la Revolución universal. Seis años después volverán a encontrarse; ella accidentada y semitullida, él con renombre y rodeado de mujeres. Pero allí sienten que están destinados el uno al otro. En 1929 se casa. Diego es corpulento y ella menuda; él tiene más de cuarenta años y Frida veinte menos. "Parece la unión de un elefante con una paloma", sentencia la madre de ella con recelo. La noche de bodas es un presagio de lo que será la relación; está rodeada de alcohol, escándalo y balacera. El matrimonio sería un desfile de amantes, creatividad compartida, militancia política y hasta un divorcio de apenas un año. Pero a la vez el amor de amos sería arquetipo de una época tumultuosa, de un México temperamental y vivo, de sueños revolucionarios y arte para todos, de consignas duraderas y aventuras transitorias. Por estas paginas