¿Qué significa para una familia, para dos, para un pueblo entero, haber heredado una historia de sufrimiento por bandidaje, por tortura y por asesinato… y ver el nombre del verdugo elevado al Muro de Honor del Congreso de la Unión? ¿Qué se siente saber que ese individuo cuyo nombre aparece ahí con letras de oro violó a la madre de uno? ¿Y saber que es quien hace un siglo asesinó a más de ochenta hombres de nuestro pequeño pueblo? ¿O el que quemó en vida a nuestra bisabuela, el que colgó a nuestro abuelo, el que secuestró a nuestra tía de la que no se volvió a saber nada? Pancho Villa no es un héroe. Página tras página, decenas y decenas de testimonios directos —recopilados a lo largo de años— lo van retratando como el violador serial que fue, el untuoso asesino que eligió ser, el deleitado torturador, el que supo treparse aun tren que destrozó pueblos enteros, pero que a él lo acercaba a la Rotonda de los Hombres Ilustres. Crímenes de Pancho Villa es una respuesta rotunda a la operación de lavado del personaje revolucionario y es el soporte que los descendientes necesitaban para mantenerse firmes ante el golpeteo del mito. El libro de Reidezel Mendoza nos lleva a reflexionar sobre lo mucho que se habría ahorrado México sin el paso de Francisco Villa por su historia.