ALANÍS LOERA, LILIA VERÓNICA; LÓPEZ CARRERA, CRISTÓBAL
«Pero ¿por qué es necesario relatar historias como esta? ¿Por qué relatamos historias? (…) A veces parece que el relato tiene una voluntad propia, la voluntad de ser repetido, de encontrar un oldo, un compañero.
Así como los camellos cruzan el desierto, los relatos cruzan la soledad de la vida, ofreciendo hospitalidad al que escucha.
Lo contrario de un relato no es el silencio o la meditación, sino el olvido. Siempre, siempre, desde el principio, la vida ha jugado con el absurdo. Y dado que el absurdo es el dueño de la baraja y del casino, la vida no puede sino perder. No obstante, el hombre realiza con frecuencia acciones valientes. Entre las menos valientes, aunque eficaz, está el acto de relatar. Estos actos desafian el absurdo. ¿En qué consiste el acto de narrar?
Me parece que es una permanente acción en la retaguardia contra la permanente victoria de la vulgaridad y de la estupidez. Los relatos son una declaración permanente de lo vivido en un mundo sordo. Y esto no cambia. Siempre ha sido así. Pero otra cosa que no cambia es el hecho de que a veces ocurren milagros. Y nosotros conocemos los milagros gracias a los relatos.»