La obra de Eugène Guillevic debe situarse junto a la de otros gigantes de la poesía francesa de la segunda mitad del siglo XX como Francis Ponge, René Char, Jean Follain o Yves Bonnefoy. Como en cualquier verdadero poeta, sus elecciones estilísticas, en absoluto casuales, implican una suerte de posicionamiento moral y establecen un método ético, inteligentemente pudoroso, de exploración de la vida. Guillevic parece lejos del terror de quien camina forse un mattino in un’aria di vetro con la nada a sus espaldas. Más bien su mundo se nos presenta colmado de cosas. Sin embargo, coincide con los poetas herméticos y los filósofos de su tiempo al señalar las dificultades de aprehensión de estas a través del lenguaje ya que, como él mismo nos dice: “toda lengua / es extranjera”. El libro que nos ocupa, Del dominio (Du domaine) aparece en la prestigiosa casa Gallimard en 1977. En esta obra Guillevic presenta un territorio geográfico cuyas leyes naturales parecen levemente alteradas, produciendo la impresión de gobernarse a sí mismo. En el dominio, la naturaleza se erige en su propia soberana, tal vez dotada de una inteligencia que supera a la del observador.