Hay un espacio hecho de círculos convergentes que ponen en juego su imposibilidad. La escritura es un cuerpo que una vez concebido avanza siempre hacia la oscura sinonimia del alma.
El poema persiste: va de la embriaguez a la marcha que se ausculta, de la hora en que reposamos junto al fuego al día en que, embebidos, andamos por las calles como bandadas de ángeles sin paraíso. Vivimos aquí, en el tiempo, entre asentarnos y partir, entre el dominio único y las tierras baldías. Tentativas del ser, nostalgia estanciera: conato de extranjería.