Álamo, palabra quizá prerromana o derivada de la latina alnus, para algunos autores acaso resultó de la combinación de alnus, ´aliso´ y ulmus ´olmo´, si bien en el siglo XVII, otros pensaban era árabe, formada por el artículo y la expresión amo, sirve para designar a un árbol de talla mediana, crecimiento rápido, fácil multiplicación, con hojas alternas y caedizas de limbo ancho, más o menos cilíndricos, con flores en amentos colgantes y cuyo fruto es una cápsula bivalva, que los botánicos clasifican como miembro de la familia de las Salicáceas y del género Populus, que crece en las orillas de los ríos o en lugares húmedos.
El doctor Francisco Hernández, protomédico general de todas las Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Océano, en su traducción, la primera al castellano, del famoso libro Naturalis Historia del autor romano Cayo Plinio Segundo, «Plinio el Viejo», concluida en ciudad de México hacia 1576, consideraba como todos los naturalistas hasta ahora, que había tres «linajes» de álamos: el blanco, populus alba, con hojas «de dos colores, porque por arriba son verdes y por la parte de abajo blanquean», el negro, populus migra o chopo, con hojas de «cerrada redondez... que se tornan cuando van a viejas... esquinadas» y el libico «el de menor hoja, muy negro y loadísimo por razón de los hongos que en el nacen».
