Dramaturgo, maestro y director de teatro, Mauricio Kartun se propone en este ensayo, más que una preceptiva —cuya rigidez podría resultar poco fecunda—, ofrecer una conceptiva en la forma de ´un cajón de utensilios —dice en su prólogo— para ser empuñados en un orden cualquiera y según la manufactura lo requiera´, pues una ´obra de teatro —señala— se puede empezar a escribir de infinitas maneras: con una idea, una estructura, una historia, una metáfora, un sentimiento. Pero su auténtico proceso [...] comienza ´Solo cuando la unidad viva de la imaginación, la imagen, aparece al fin. Sin ella no habrá nunca auténtica creación, vida...´. Y en estas páginas expone su visión de la naturaleza de esta imagen como base del trabajo dramatúrgico, del espacio escénico y el decorado, del tono y el estilo, la indagación poética y dramática, entre otros elementos, como condiciones para hacer que una pieza sea una representación viva de la realidad, pues ´escribir una obra es poner un mundo a vivir´.