Una casa de campo en alguna parte de la Toscana. La canícula del mes de agosto, en el último año del siglo XX. Tristano, un hombre que ha combatido por la libertad de su país bajo ese nombre, tomado de un personaje de Leopardi, llama a la cabecera de su cama a un escritor que, aparentemente, en otro tiempo se inspiró en él para escribir una novela. Pero ¿es posible inscribir en el cuadro de un relato la geometría ambigua de la vida, hecha de contradicciones, dudas, omisiones, deseos incumplidos, recuerdos falsos o imaginados? El destino personal de un héroe como Tristano, cargado de esperanza y desolación, puede tener, además, matices imperceptibles: un centímetro a la izquierda o a la derecha en la mirilla de un fusil...
¿Qué es el heroísmo? ¿Qué es la cobardía? ¿ Y el coraje? ¿La traición? Durante su agonía, atenazado por la gangrena y las jaquecas, al albur de los efectos de la morfina que le suministran, Tristano recompone un pasado inabarcable y bosqueja el fresco de cerca de sesenta años de la historia de Italia, con sus tragedias y sus simulacros, hasta la irrupción del último avatar tiránico, el de la estupidez televisiva.
En esta novela a la vez terrenal y visionaria, a veces alucinatoria y con frecuencia de una inquietante singularidad, los temas se repiten en variaciones, las mujeres se superponen o chocan, y toda certidumbre es al final enviada a una escena abisal, que vuelve a barajar las cartas y lanza al lector una profunda interrogación acerca de aquello que constituye una vida y de las posibilidades de relatarla. Puesto que una pregunta atraviesa el libro: ¿quién testificará por el testigo?