En el Verbo está el tiempo,
no en el transcurso de la historia donde una vida comienza y termina,
sino la salamandra del alma;
no la mera progresión concebida por los sabios
para negar el pasado y afirmar lo nuevo de cara al futuro
o para decir que el ayer, queya no es, era el lugar del privilegio,
sino ese incendio que hace posible la historia
en la que tú y yo nos encontramos un día