Las calles, los barcos, los manglares, los alaridos, incluso los días con sus tardes, constituyen en Te deslíe esta lluvia, el indicio de un lenguaje que consentiría la compenetración de almas y conciencias; pero develan, al mismo tiempo, su ausencia. La palabra aquí es una voz que nombra y que diluye; que evoca y desdibuja; que crea y aniquila; "nada nombro / que no se vuelva sal". murmura el poeta, que sólo sabe presentir, adivinar la carne, la arena-piel, la espina, sin llegar a acariciarlas: "La rosa de los vientos se ha secado", alcanza a vislumbrar, con sobresalto.