No cabe duda: de niño,
me perseguía el sol.
Andaba detrás de mí
como perrito faldero;
despeinado y dulce,
claro y amarillo:
ese sol con sueño
que sigue a los niños.
Alfonso Reyes, uno delos hijos ilustres
y queridos de Monterrey, anduvo por
el mundo, pero siempre llevó consigo la luz,
el calor y la dulzura del sol de su ciudad.