Hace ya veintiséis siglos, Sófocles planteaba una paradoja: Edipo veía con claridad todo lo que sucedía a su alrededor pero no a sí mismo; Tiresias, el invidente, era sabio. Ahora, en los inicios del siglo XXI, Perla Szuchmacher usa otra paradoja: podemos oír, pero no siempre escuchamos. A diferencia del dramaturgo griego, que resuelve la paradoja en tragedia, la autora elige una comedia. La obra muestra esta contradicción planteando los temas del uso y abuso del poder, de las dificultades de la comunicación, de la traición y de la fraternidad, y de la manera de vencer obstáculos y trascender las propias limitaciones. Para ello, Szuchmacher propone una historia que se sitúa en un pasado lejano para mostrarnos en un espejo nuestras propias debilidades humanas.
Juglares y ministros, reyes y artesanos, hombres y mujeres, parlantes y sordos, el drama individual y el drama colectivo se funden en este universo que plantea la autora. Rompiendo fronteras entre lenguajes, más allá de las definiciones genéricas, encontramos un texto lúdico que permite el juego escénico al entrelazar diferentes tipos de comunicación y fomentando la multiplicación de personajes por medio del desdoblamiento actoral. El actor es el eje del juego, su cuerpo el instrumento.
El texto está lejos de la banalidad, al ser una propuesta que tiene múltiples significados para el lector. En él no hay consejos, ni moralina, ni sentimentalismos que estorben el juicio crítico. Con esta obra se confirma, una vez más, la sensibilidad que tiene esta dramaturga para ofrecer al público joven un teatro siempre comprometido. Escuchemos atentamente con los ojos lo que Perla Szuchmacher tiene que decirnos.
Gabriel Labastida
