Todo sucumbe y regresa a la raíz. La inocencia infancia corre entre los universos de los jardines, y la ingenuidad rural sufre las furias de un huracán. La pérdida social se transmuta en la venganza histórica y la consentimos. La muerte ajena rinde almas envejecidas y las abuelas no se fugan del amor. Hay quien se redime a golpes y noquea un sueño de nostalgia. Porque cualquiera puede llevar a Ernesto colgado de entraña y ser nadie, ser todos, y descubrir que escondemos algo de siniestro. Atrévanse a indagar en el paisaje, en el campo agreste, quizá encuentre familiares y similitudes.
Únanse a las emociones furtivas y relucientes. Que lo descubre ese Atenco interno, casi lejano pero circunstancialmente nuestro y escuchado, que por muchos intentos, no se logra olvidar…