La gran crisis de 1930 acabó con la idea de un capitalismo tradicional en sostenido creimiento y a resguardo de toda acecha. Los defensores del "libre juego de la oferta y la demanda" se enfrentaron entonces a quienes sostenían, en mayor o menor grado, la necesaria intervención de un estado regulador de la actividad privada. Desde los centros de pocer mundial, y sobre todo desde los Estados Unidos hacia América Latina, se fueron ensayando distintas estrategias para defender una supuesta libertad que no significaba más que protección de los propios intereses.