Laura en Alejandría es una obra plástica cuya puesta en escena es la de una novela (o no) que presenta diversos planos narrativos y de trama (drama). En el terreno literario, es decir, en cuanto a estructura y recursos narrativos sus páginas se presentas líneas de contacto con trabajos de Joyce, Gertrude Stein o Lawrence Durrell. Pero también puede rastrearse una cierta influencia cinematográfica, narrativamente ejerciendo, algunos capítulos de la obra, el sentido de plano-contraplano, ofreciendo así perspectivas distintas de los mismos hechos. El tiempo en el que transcurre la acción está diluido, no se precisa, no se subraya, presenta una sensación de atemporalidad ficcional, incluso opresiva. Se omite toda ayuda para conocer en cada momento quién habla, quién se expresa, quién cuenta, no se ofrece un asidero que facilite la lectura y sí un esfuerzo de comprensión de la trama. La escritura se sumerge en una especie de laberinto construido con frases que pueden repeler o fascinar, pero no dejar indiferente. Al lector se le obliga a estar despierto, atento, como pisando un terreno resbaladizo, al margen por completo de los modos y maneras de una narración de carácter convencional. Con la atención centrada al contexto que se le dispone, a la atmósfera espiritual, metafísica, que Valcárcel Medina crea por medio de un uso inesperado de las palabras, tanto desde un punto de vista conceptual como plástico. Estamos ante un artefacto narrativo y lingüístico que tiene mucho de particular reflexión-aportación también sobre el mundo de la creación, sobre lo creativo.