Laura desgana sus sentires de una forma viva, sincera, apasionada. Su derecho de ser mujer lo aldaña con tal dureza y honestidad que linda lo impudico y lo sublime. Aboca sobre el terreno una pasión sin rienda que abona un campode íntimos sentires y profundas pasiones por una arte que iposee y atenaza.
El flamenco la lleva en sus alas y más que bailar lo vive en carne propipa. Resucita entre los muertos y nos regresa al principio de la hisotiria. Sin saberlo pertenece y recrea una vez más las intensas jrnadas de los cables tratando de decir lo indecible y ponindo las palabras al poema que le brota sin mesuras.
Al leer a Laura se justifican los silencions de tantas flamencas que en todos los tiempos de este arte bailaron y cantaron callando, sin poder decir lo que tu dices, pero sin duda sientiendo lo que tú sientes. Federico debería estar de fiesta como lo estoy yo.
(...) A veces tus lamentos se convierten en versos y otras veces en sentencias. Parecen tan profundas que se añejan al tocar el aire como las viejas tumbas o el buen vino. Esa Anónima estampa del flamenco hacia adentro, donde los oficiantes no esperan recompensa, donde el duende está y no espanta.