Amanece y, desde sus respectivos balcones en el hotel Metropol, Federico Nietzsche y un peculiar interlocutor conversan sobre el poder, el amor, la justicia. Cuanto dicen se tiñe de drama, pues van haciendo el recuento de una revolución que gestan ideológicamente quienes serán sus líderes sucesivos: Aarón Azar, Dante loredano y Saúl Mendés. Para Saúl, el triunfo de la revolución se convierte en su derrota, en un eterno retorno al sistema que intentan derrocar. Dante tiene en contra su ascendencia aristócrata, que lo pondrá en una encrucijada. Aarón intenta dar gusto al pueblo, pero eso es imposible: los de abajo siempre pedirán la cabeza del de arriba. El movimiento revolucionario se convierte en una cadena de venganzas y horror sin fin. ¿Hará falta una mano dura que imponga el orden? El lector de esta novela puede ser, como Federico, todos los personajes a la vez, y la revolución que aquí ocurre puede situarse en cualquier época y en cualquier nación. A fin de cuentas, Federico en su balcón pudiera ser una conversación que sucede una y otra vez, infinitamente, en el reino del espíritu.