Magia y magnetismo son lo mismo, una expresión auténtica de la metafísica práctica. Tal es la tesis de Schopenhauer, sorprendente sólo para aquellos que desconocieran la importancia del pensamiento analógico en esa gran corriente que fue el romanticismo. Para Schopenhauer, como para su amigo Goethe, la intuición de las correspondencias entre lo aparente y lo real es una llave de acceso a la «cosa en sí» inaccesible para Kant, una clave para interpretar y transformar el mundo. El magnetismo animal es la más palpable constatación de la doctrina schopenhaueriana sobre la omnipotencia y única verdadera sustancialidad de la voluntad. El nigromante es un mago y la magia, entendida como suspensión de las leyes de la naturaleza, no sólo es coherente con el sistema de Schopenhauer, sino también irrenunciable para su profunda y completa comprensión. Nuestro ser más esencial y profundo, nuestra voluntad, sujeto esencial de la metafísica, es la fuente de la magia, y sus atributos serían la omnipotencia, la libertad, la conciencia e inteligencia no humanas y la sacralidad sin límites.