En la época del inicio de la independencia de la Nueva España existían muy diversas castas según sus mezclas infinitas de sangre. Más de ocho décimas partes de la población total se componía de indios, mestizos y otras muchas castas bajas que vivían hambrientos, en estado miserable, sucios y con poca moral, y ricos y atados a los brutales conflictos raciales. Esta es la historia de uno de esos pobres picaros, infelices, olvidados y desheredados, y del único amigo que tuvo. Hijo de una golfa rustica de triste memoria, nació siendo virrey el conde de Revillagigedo. Hábil en los decires y responderes y, de inclinación traviesa, chucho paso su niñez haciendo pillerías y trastadas en un hospicio de monjas de la ciudad, hasta que en compañía de su amigo el trapos, huyo ávido de libertad y de conocer el mundo del que solo había oído hablar.