Silvina, Leandra y Pequeñín, a orillas de un río, llevando a cabo las labores de un día común en su vida, nos sitúan en un paisaje tropical, un bosque que encierra la perversión del alma, la corrupción de la moral y la perdición de sus habitantes, causada, inevitablemente, por ellos mismos. Las actividades en la cafetalera de Juan del Salto revelan el subdesarrollo de los individuos, la marginación y la explotación, mientras que las reflexiones del propietario, muestran el deseo de superación. Homicidios, avaricia, enfermedad y placeres, Galante, Gaspar, Deblás, Marcelo, Ciro, Marta, cada personaje representando un mal que a su vez muestra relación con las características físicas y mentales de cada uno de ellos. Todos culpables de algún crimen, pagando uno a uno su responsabilidad de vivir estancados, de ser como una charca y no como un río.