Los mitos son rosarios de metáforas que cuentan cómo es ahora el mundo porque dicen cómo fue en un principio, y para ello deben remontarse mucho más allá de aquel principio, cuando el tiempo aún no era tiempo. Las cuentas del rosario repiten y repiten: “Así fue; así es; así debe ser. Ésta es tu justificación; es tu guía; es tu destino; es tu misión en el mundo”. Y como son metáforas, lo dicen metafóricamente, diciéndolo sin decirlo. Así es el nacimiento, la existencia, el fugaz afloramiento y la función de los mitos.
Como obra humana, los mitos dejan huella y pueden ser recibidos, conservados y apreciados por el otro, por el ajeno, a la distancia de siglos y de geografías. En las mentes quedan recuerdos; en las pautas quedan enseñanzas; en los registros magnéticos de las reproductoras quedan remedos de viejos sonidos y, en las letras de los libros –libros nuevos, libros viejos y libros ya venerables–, los esqueletos del relato. Son los vestigios, los materiales de construcción, materiales reusables.
Desde el mito del nacimiento del Sol a partir del sacrificio de dos dioses en Teotihuacan, el diluvio que reordenó el mundo, el origen del ser humano y la creación de los animales terrestres, hasta llegar a la transformación profunda de las concepciones indígenas del cosmos como consecuencia del régimen colonial, este libro ofrece, lector, materiales valiosos para la construcción, en versiones elaboradas, prologadas y anotadas por Alfredo López Austin, donde es posible escuchar las imponentes voces del Popol Vuh, de la Leyenda de los dos Soles y de numerosos relatos quichés, huicholes, mixes, nahuas, mayas, tzotziles, chinantecos, otomíes y tzeltales, entre otros. Son residuos de la mitología de una milenaria tradición de cultivadores de maíz a la que denominamos mesoamericana. Son frutos de una cotidianidad; son brotes de las milpas.