Se dice que hemos perdido la capacidad de asombro y hasta ver a un niño frente a un mango, un tren en movimiento o un trombón para saber que es cierto. No se trata de un problema trivial dado que, junto con el asombro, nos perderíamos también del silencio, el gozo y de la experiencia filosófica para terminar finalmente extraviándonos de nosotros mismos.
De ahí que la propuesta de Garza sea a un tiempo urgente e importante. En busca del asombro perdido Eduardo nos propone, más que un tratado, historias y reflexiones entrañables que no aspiran a ser impuestos, sino a invitarnos simple y originalmente al modo de ser filosófico. Sean bienvenidos quienes sientan la necesidad de este contagio vital.