En el epílogo que preparara Graves para Adios a todo eso, su autobiografía escrita en 1929, se lee: "Nancy y yo nos divorciamos. Volví a casarme, tuve cuatro hijos más, gozo de buena salud, viajo lo menos que puedo, y continúo escribiendo libros. ¿Qué más puedo decir fuera de que mi mejor amigo sigue siendo el cesto de los papeles?", en estas breves líneas se sintetizan los afanes de Graves: la vida cotidiana junto al trabajo del escritor copioso.
A la edad de 34 años Graves dio a la imprenta un repaso temprano de una vida dedicada a las letras y asu país, un recorrido lleno de vivencias en la provincia inglesa, en los internados escolares, en el servicio militar y, sobre todo, en la terrible experiencia que vivió durante la primera guerra mundial.
Sin embargo, como toda autobiografía se detiene y reflexiona sobre sí mismo, sobre sus lecturas y su escritura, su amistad con Thomas Hardy, sus años en Oxford, su matrimonio (con especial atención al día de su boda), sus hijos y otra vez su país y la guerra, pues Graves, además de un gran poeta, novelista, y un cultísimo teórico de las mitologías universales fue un nacionalista.
Adiós a todo esto está entre las mejores autobiografías del siglo XX, espléndidamente traducida en esta edición por Sergio Pitol.