Con este ensayo debutó el autor a los veinticinco años en la escena de la teoría teatral. Con éxito de crítica y muy buena fortuna. Sigue siendo la piedra angular de sus investigaciones posteriores. Perfila en él la oposición entre las categorías, tan generales como precisas, de ´actuación´ y ´escritura´. Esta dicotomía permite definir estrictamente el teatro como espectáculo y resulta ser la clave para distinguirlo con toda claridad del espectáculo más cercano y más extraño a él, el cine. Si el teatro es la esencial actuación, el cine se devela como la escritura espectacular por excelencia. En las referencias del ensayo hay un deliberado entrecruzamiento de pensamiento rigurosamente académico y genuinamente teatral. Puede que ostente los excesos pero también el vigor y el encanto de la juventud.