Hay buenas razones para sentirse decepcionado con el sistema político. Las numerosas promesas que la democracia ha incumplido, la tendencia general de las economías a agudizar las desigualdades, los pavorosos ejemplos de corrupción gubernamental, el conformismo que los ciudadanos perciben en los partidos: la mesa está puesta para que queramos acabar con lo establecido, ese equilibrio que parece beneficiar a una élite y marginar a las mayorías. Ahí florece el populismo. Hoy que en diversos países ese movimiento de masas se ha convertido en fuerza gobernante, conviene entender su naturaleza, su lenguaje, sus metas últimas y los riesgos que entraña.
Nadia Urbinati explora en Yo, el pueblo el espíritu antisistema del populismo, su tendencia a proclamar la existencia en la sociedad de una parte “buena” —y por contraste una “mala”—, el avasallante protagonismo de sus líderes, el abuso de su condición de mayoría temporal, la deformación de las elecciones y las instituciones que puede producir. Tras un recorrido por numerosas teorías sobre este fenómeno político y el análisis de ejemplos concretos, la autora nos invita a dejar de discutir qué es el populismo y en cambio a mirar qué hace, en particular la forma en que puede transformar la raíz misma de la democracia.