La frontera de México con Estados Unidos es una línea entre la vida y la muerte, entre la miseria y la explotación. A diario leemos o escuchamos historias trágicas que no detienen el lujo de indocumentados y se hacen corridos, novelas, obras de teatro.
El teatro mexicano ha tratado áel tema desde principios del siglo XX porque es parte de nuestra historia, que siendo la misma también es distinta, como nos muestra en Un año de silencio Rafael Martínez, al juntar en un punto de la frontera a tres personajes emblemáticos de la tragedia migratoria: la púber María Magdalena que sólo tiene su cuerpo para el trueque; Pedro; el indocumentado que va a la guerra de Irak para conseguir su residencia; John, el hijo de un pollero que no sabe de qué lado está su corazón.
Rafael Martínez ganó muy joven el Premio Nacional de Dramaturgia, otorgado por el INBA y el gobierno de Baja California, con su obra Engendrarán dragones, excelente radiografía de las inquietudes y palpitaciones de un grupo de jóvenes de clase media de nuestro tiempo. Era evidente que el autor de esa ficción conocía muy bien la realidad de sus criaturas, de manera que aún en la falsedad del teatro, resultaban de carne y hueso. Un año de silencio es literatura, quiero decir, una recreación verbal de la compleja y dramática realidad de los mexicanos que van en busca del sueño americano.
Fernando de Ita
