Los vecinos tienen un patrón de vida peculiar, extraño. Son tres viejitos que rara vez salen de su casa durante el día pero por las noches reciben una muchedumbre de visitas en autos de lujo. Todo esto lo observa un matemático aficionado a la jardinería que, como buen matemático, empieza a plantear hipótesis ante el estupor –y luego el fastidio– de su esposa quien cree que su marido está interpretando de más, como si fuera un adicto a las teorías de la conspiración, pues para ella sus vecinos son sólo tres tiernos ancianitos. Sin embargo, la maravilla sucede.
Existe una leyenda china que pretende explicar el mundo a partir de un hormiguero. Y, en Supercolonia, las hormigas irán cubriéndolo todo, mordiendo e inyectando sus alcaloides alucinógenos en el cuerpo del matemático que comenzará un recorrido topológico y ambiental donde los límites de lo real se diluyen. Como en toda buena novela de ciencia-ficción –o de clima-ficción–, Héctor Alvarado construye un mundo paralelo para, precisamente, criticar el presente.
Luis Felipe Lomelí