En nuestro días resulta una verdad del Perogrullo el relacionar los casos de locura con su aspecto más visible, tan explorado en el cine y las series televisivas: el ser humano que ha caído en tal condición se convierte en portador del caos y rasga el continuum de la vida normal y apacible de sus congéneres, ya sea al conversar con sus amigos "imaginarios" o ejercer la violencia contra sí mismo o los demás.