(...)Resulta dificil hablar de algo que se desconoce, sobre todo si una está obligada a no incurrir en el riesgo de la fantasía, es decir, de la mentira. No es que yo ignore las inconsecuencias de Águeda -las conozco como a mis propias piernas-, lo que pasa es que me intimida, en las desorientaciones de la imparcialidad, descorcharle el hueso gutual a las tarántulas(...)