Desde sus inicios la poesía de Carlos Germán Belli supo hacer suyos entre sus rasgos propiamente característicos, una manera y tono nacidos de la combinación de ciertos modos líricos antiguos, especialmente de los siglos XVI y XVII, junto con las formas del habla contemporánea, incluyendo en esta última las variantes coloquiales del habla peruana. No poca extrañeza ha acompañado a su escritura poética, sobre todo por mostrarse capaz de asumir los motivos de un hombre de nuestros días mediante una opción verbal que sirve de modelos del pasado. El procedimiento, en su caso, se ha valido de un verso a menudo ceñido por la elipsis y la tensión barroca, en el cual se aprecian así mismo algunos giros expresivos arcaicos en franco desuso. Se trata de una propuesta que, al momento de darse a conocer se situaba en las antípodas de cierta escritura poética abierta- para nombrar una sola de las tendencias entonces en boga-, la cual, bajo el señuelo de un supuesto coloquialismo, se complacía en incorporar los elementos del habla diaria, casi con prescindencia de estructura versal, medida y ritmo. El trazo de Belli, peculiar e inconfundible ha puesto en juego una sintaxis que reelabora las formas y las entonaciones antiguas, no tanto como un divertimento paródico, sino como una legitima propuesta expresiva, de alas más reconocidas en la poesía hispanoamericana de la segunda mitad del siglo XX.