En un singular examen del teatro como el instrumento que desde su origen y mediante sus historias conjuga en el encuentro de los actores y su público fugacidad e intensidad, José Monleón contrapone el aturdimiento o el cultivo de la confusión con lo que define como ´el rito de la fugacidad´, resignificando el fenómeno teatral en las condiciones actuales de la existencia humana, pero sin pretender reducirlo a una definición, sino con el propósito de señalar un aspecto poco analizado y buscar un acercamiento a las interrogantes que la evolución tecnológica y los procesos de globalización plantean a las artes escénicas, ´para situar —dice el autor— el debate en sus justos términos y defender el humanismo estético y las razones del teatro dentro del proceso histórico´.