Es esta una historia que se compone de muchas historias y es inagotable.
¿Hasta qué punto la conducta de un ser humano puede ser determinado por una maldición? ¿Qué establece que una persona decida pararse junto al mal y hacerlo? Estas y otras preguntas surgen casi al principio de Revelaciones de un Maldito, novela de Ruth Pérez Aguirre. Quien, decidida a no dejarnos atrás, parece cargar sobre su hombro una cámara fílmica, como instrumento narrativo del que se vale para contar muy a su manera la historia de Óscar. Y así, nos indica que la sigamos, hallándonos de pronto con un inicio tan vertiginoso que resulta imposible no ir detrás de ella. Observando detenidamente se llega a ver a un ser pequeño y áspero en constantes tribulaciones. ¿La vida de Óscar es un hecho aislado? ¿Óscar es un residuo humano? ¿Quién y qué es Óscar? ¿Acaso solo un estruendo que por momentos tensa la vida? “Cuando nací, no era el tiempo preciso para hacerlo”, dice. Al morir se abuelo, según escuchamos advertir a la madre, el alma de su padre se estableció en él: “Óscar, debes darle las gracias a tu abuelo, él te dio la vida. Al morir, su alma pasó a tu cuerpo cuando tú todavía no tenías una propia”. No me queda duda de que Pérez Aguirre, es una narradora que llega al tuétano del alma humana. Su franqueza la hace confiable. No es de “ostentosos artilugios”, se acompaña más bien de la sencillez, y como se dice en ocasiones: “va al grano”.