En la sociedad tecnificada, a muchas personas la palabra «resurrección» apenas les dice nada. Y cuando escuchan los relatos pascuales de los evangelios dan por supuesto que son legendarios.
En contraste, la vida de Jesús y su modo de asumir la cruz siguen llamando la atención como modelo de dignidad humana. De hecho, ningún otro personaje de la historia expresa mejor los ideales de justicia, de libertad y de respeto al individuo, sin importar el sexo que tenga, la raza, las creencias o la clase social.
Si la teología pretende ofrecer hoy una palabra significativa, tiene que esforzarse por responder a las cuestiones nucleares que acucian al ser humano, entre las que figuran aquellas que versan sobre la muerte y la vuelta a la vida. Es preciso, pues, examinar los fundamentos de la fe en la resurrección y, junto con ello, la imagen de este Dios que interviene en la realidad y al que los cristianos confiesan como Padre que ha rescatado de la muerte a su Hijo Jesús.