En esta sorprendente Reina de América el estilo es sometido a la prueba de fuego de una guerra real y actual, una guerra cooptada por el discurso periodístico. Una guerra la puede contar un estratega, sobre el mapa, y entonces se parece a una explicación; o la puede contar un soldado, desde el campo de batalla, y en ese caso el estruendo y los llantos obstruyen la comunicación. La seda de la prosa de Nuria Amat nos hace sospechar que existe un tercer modo, que es el de los mapas borgeanos del tamaño del territorio; es decir, del tamaño del lenguaje.