El museo occidental es un campo de batalla ideológico, político y económico. Mientras que hoy día casi todo el mundo quiere "repensar el museo", pocos tienen la audacia de cuestionar los presupuestos mismos del museo universal, producto de la Ilustración y del colonialismo, de una Europa que se presenta como guardiana del patrimonio de toda la humanidad.
Recorriendo la historia del Louvre, discutiendo los callejones sin salida de la representación de la esclavitud y examinando los intentos fallidos de subvertir la institución museística, Françoise Vergès esboza un horizonte radical: descolonizar el museo significa poner en marcha un programa de desorden absoluto, inventar otras formas de aprehender el mundo humano y no humano que alimenten la creatividad colectiva y devuelvan la justicia y la dignidad a las poblaciones desposeídas de ellas.