En el aserradero de la nostalgia, a manera de tótem, Oración de la raíz se yergue entre virutas y utensilios de lenguaje: da cuenta de una historia doméstica en la que infancia y cavilación, troncos sin desperdicio, consiguen transportarnos hacia la atmósfera de un hogar donde la carencia es el escoplo de lo cotidiano, bisel por el que se fuga una aguda diligencia intelectual, y esa realidad costumbrista se toca con lo místico para integrar una imagen. En la síntesis de sus figuras, esta efigie erigida para lo esencial se vuelve un retrato tan próximo y fraterno como una estampa de nuestra propia crónica.