La poesía se reinventa en cada momento, cuando alguien la escribe, cuando alguien la lee, y se reinventa desde su propio ritmo interno, como se aprecia en este libro, Nômen, de Emiliano Álvarez, en donde la música verbal se maneja con entera libertad y se va del verso reconocible en su vigor formal hasta su escandirse en versículo y tocar el abismo de la prosa. Su autor se pregunta, en el enigmático título del volumen, Nômen, que hace alusión a ese nombre que se hereda, eso que entendemos hoy como apellido, y que se afirma en su continuidad a la vez que se muestra en su renovación, por la tradición. El nombre nos da muestra naciente individualidad, el bautismo implica una pertenencia, y en ese sentido crea una nomenclatura afectiva, como la que busca el poeta en sus textos. Por eso la palabra originalidad y la palabra originario, significando cosas no sólo distintas sino contrapuestas, tienen el mismo lugar de nacimiento: el origen. Y a la vez nos lleva a la cercanía fónica con numen, inspiración protectora del lugar que es la página.