Miguel de la Flor fue un joven mulato esclavo, como tantos otros, que vivió, sufrió y, a veces, también gozó en la compleja sociedad provinciana de Oaxaca en el siglo xvii. No sabríamos nada de él si no hubiera sido denunciado ante el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición por quienes eran sus amigos y compañeros de entretenimientos.
Es tiempo de que conozcamos a estos antepasados nuestros que no sufrieron la iniquidad del trabajo forzado en las plantaciones, pero que tampoco eran considerados iguales a quienes ellos creían sus amigos. Miguel fue lector inteligente y autor imaginativo que copió y recreó autos y comedias o los inventó, según su inspiración. Fue piadoso a su manera y cobarde, como cualquiera que se enfrentase al más temible tribunal.