En los doce relatos de Breve azul, su primer libro, Sylvia Arvizu halló en la literatura un modo de afrontar su vida en la cárcel, un modo de explorarla, de comprenderla y de compartirla. Desde entonces aprovechó su facilidad para dar vida y voz a sus protagonistas así como para jugar con los recursos narrativos que dotan de vida a sus historias. Esos doce relatos se incluyen aquí, nueve en el segmento <
Al igual que los primeros, sus relatos más recientes no sólo muestran aspectos de la vida en reclusión, sino que indagan los casos que llevaron a sus compañeras a cometer un delito (donde se destaca la hiriente desigualdad de las mujeres en nuestra vida diaria), casi todas víctimas de abusos indecibles, bombas de tiempo que no tuvieron más remedio que estallar:
“Y pues luego llegué aquí. Al principio todas me veían con curiosidad, cómo era posible que a mis diecinueve años me hubiera atrevido a tanto. Hasta la fecha no les sé contestar”.
Sin embargo, cada relato, dotado de humor o de algún giro inesperado, guarda la respuesta:
“Mientras íbamos en el carro, le platiqué que me había ido de mi casa; cuando le dije que no tenía dónde quedarme, con la mano derecha en mi espalda me dijo que no me preocupara, que su casa era mi casa, que entre los dos nos íbamos a completar. Y yo, bien pendeja, creí que sería como un padre para mí. ¿Verdad que eso hacen los padrinos cuando falta el papá?”.