Mudar de vida canta, en tres secciones orgánicas, los lances del deseo de cuerpos, su vencimiento, su consecuencia pertinaz: el desamor.
Mínimo homenjae a Eduardo Lizalde, marca la estirpe del que lo cumple; se extiende ella, entre los altos nombres del oìdo castellano, hasta Juan de Yepes, incircunciso maestro de todas y de todos.
Premio en Letras Fuentes Mares, Sarabia, desde su reigambre cultista, se atreve sobre los pastos del decir coloquial cuando el asusnto se lo exige, sin conceder a lo meramente gratuito, sino bajo la condición formal. Así lo ha mostrado Cerca de la orilla (1993, BUAP), y ahora lo reafirma: la sonoridad del vocablo nunca es ornamento, pues se rige por el sentido vertiginosamente designado. Desasido de la imagen de talante hermético que prodigara En el país de la lluvia (1999, FCE), y a la vez ajeno a la corriente común de los poetas al uso, el autor se remonta a beber en la prístina lección de los ancestros. Regresa de su largo recorrido, y nos ofrece los mejores frutos.
Bienvenido sea el infortunio amoroso, siempre que se resuelva ante el rigor de la sintaxis. Es lo que se agradece de la pluma de Julio Eutiquio Sarabia.